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A propósito de "Imposturas Intelectuales"


EL MUNDO
CULTURA Jueves, 22 de abril de 1999

Imposturas Intelectuales.
Llega el libro que destapó el fraude intelectual francés.
Alan Sokal denuncia el «terrorismo» lingüístico de ciertos pensadores.
CARLOS SALAS.

MADRID.- Un día, el norteamericano Alan Sokal y un amigo suyo belga llamado Jean Bricmont decidieron escribir un libro-bomba. Tomando las citas de destacados autores franceses como Jean Baudrillard, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Jacques Lacan, Julia Kristeva y otros, demostraron que parte de los textos de esos autores eran pura charlatanería, que, cuando hablaban de Física, no tenían ni idea, y que defraudaban a los lectores con sus fantasías.

¿Quieren saber cuál fue la reacción en Francia? Llovieron los improperios sobre Sokal y Bricmont: «Científicos arrogantes, francófobos, derechistas, marxistas puros y duros...».
«Julia Kristeva [una destacada intelectual posmoderna francesa] nos acusó de participar en una campaña económica diplomática contra la cultura francesa, y su marido afirmó que sería útil indagar sobre nuestra vida sexual», dice en medio de grandes risas Alan Sokal, un profesor de Física de la Universidad de Nueva York que todavía no ha aprendido a estarse quieto cuando lo entrevistan.

«¿Nuestra respuesta?: bueno admitamos, de una vez por todas, que somos unos científicos arrogantes, ignorantes en Filosofía, pagados por la CIA, para desacreditar la cultura francesa y sexualmente frustrados. ¿En qué medida eso cambiaría la validez o la invalidez de nuestros argumentos?», añade Sokal en un español masticado que aprendió en la Nicaragua sandinista enseñando matemáticas.

Por fin, el libro del delito ya está en castellano. Después de un año de depurada traducción, la editorial Paidós acaba de poner en venta Imposturas intelectuales, escrito por Alan Sokal y Jean Bricmont, publicado por primera vez en Francia en 1997, y considerado como un golpe directo contra uno de los valores más apreciados por los franceses desde su Revolución: sus intelectuales.

En ese país, el debate ha alcanzado tal grado calorífico, que podría derretir el titanio. Le Monde y Libération han abierto páginas donde intelectuales pro Sokal y anti Sokal se despellejan periódicamente.
Sokal, que se define como un hombre «de izquierdas», se encontró con que había provocado un tifón inesperado. Pero él desmiente que sea un provocador. «Es ridículo. Sólo hemos escrito un libro y nos gustaría que la gente lo leyera, que consideraran nuestros argumentos y, si no están de acuerdo, que ofrecieran contraargumentos».

Estrellas intelectuales.
El físico norteamericano explica que, hasta ahora, nadie se había metido con las estrellas intelectuales francesas porque, al principio, todos quedaban impresionados por la fantasía posmoderna. «Luego, he recibido cartas de personas que me decían que, cuando leyeron textos de esos autores, hace 15 años, se dijeron: 'Eso es muy extraño, dudo de que sea válido'. Pero no tenían los conocimientos técnicos para poder estar seguros de su juicio», dice Sokal.
Julia Kristeva, por ejemplo, hablaba de «la hipótesis generalizada del continuo», y citaba ecuaciones que ni siquiera usaban los matemáticos. Lacan comparaba el falo con la raíz cuadrada de -1. Y Derrida decía que la constante einsteiniana no era constante.
Sokal llega a denominar «terrorismo intelectual» esa forma de «abusar del lenguaje de la física», aprovechándose de «la ignorancia de los lectores». Y se sorprende de que esa clase de terrorismo provenga fundamentalmente de Francia. «No puedo decir si, en general, los franceses abusan más que los alemanes, los ingleses u otros». Sin embargo, reconoce que, en Francia, existe un fenómeno que no se halla en EEUU: las estrellas intelectuales. «Cuando nuestro libro se publicó en Francia, Le Nouvel Observateur editó una portada que decía: '¿Son unos impostores los intelectuales franceses?'».
Sokal piensa que jamás se vería en EEUU una portada de Newsweek con ese título. «En EEUU no tenemos estrellas intelectuales. Es un país antiintelectual. En Francia, en cambio, hay estrellas intelectuales y los autores que citamos son las estrellas intelectuales francesas, que, al contrario que las anglosajonas, se sienten habilitadas para opinar sobre cualquier cosa».

Historia de una mentira.
Aunque trata de hacerse el mártir, Sokal disfruta enormemente contando cómo nació ese ataque contra el intelectualismo francés. Hace cinco años, cansado de la verborrea relativista posmoderna que inundaba los ambientes universitarios norteamericanos, decidió investigar de dónde partía esa corriente. Tras consultar muchas bibliotecas, se dio cuenta de que provenía de pensadores franceses que se entrometían alegremente en otros campos. «Me dije: ¡Dios mío!, están utilizando palabras muy técnicas de las Matemáticas y de la Física, y están haciendo comentarios completamente arbitrarios. Obviamente, no entienden el significado de esas palabras y, sobre todo, el pobre lector no científico tampoco lo entenderá».
Exasperado por tanto abuso deshonesto, Sokal decidió escribir un artículo largo y profuso titulado Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica en el cual, empleando el mismo lenguaje de los posmodernos franceses, y apoyado por 200 libros, trataba de demostrar que todo, incluso la Física, era un producto cultural. Aquello causaría un orgasmo entre los posmodernos.
La revista multicultural Social Text cayó en la trampa. Lo publicó pensando que un profesor de Física sabía de lo que estaba hablando, y, además, ¡decía cosas tan bonitas! Pero todo era mentira. «La parodia fue una especie de provocación, porque yo juzgaba que el necesario debate que tenía que haber en ciertos ambientes universitarios norteamericanos siempre quedaba bloqueado por diversas razones».
Sokal confesó que todo era una mentira y los editores quedaron boquiabiertos. Meses después, trabajando con su colega belga Jean Bricmont, la parodia se convirtió en el libro que se acaba presentar en España.
Y si un escritor es famoso a pesar de sus imposturas, ¿de quién es la culpa del que escribe o del que lee? «Cada escritor es responsable intelectual de lo que escribe. Lo importante es que merezca adulación por el contenido de su trabajo y no por el efecto del dogma de moda».

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